Tradiciones como aquella de las cruces que aparecen en los barrios, que uno de chiquito miraba con el recelo que producía todo el dolor que relacionabas con las películas de Viernes Santo.
Y encima tener un crucifijo gigante, encerrado en un gabinete y adornado con una gran estola dedicada por alguna familia devota, venga y ya... a veces de noche, una cruz oscurecida daba miedo.
Pero las tradiciones no se condicionan a los miedos de un niño pequeño. Y la celebración con cuetes, troyas, toritos, ponche y diana, y música para bailar se va imponiendo junto a los rezos, rosarios y letanías, como caras adyacentes de una misma idea.
De todas esas cruces con gabinete o gruta sería fácil hablar -están por toda la ciudad- y alguna vez lo haremos... pero ésta, la de Chullo en Characato, nos cambia un poco no sólo el lugar, sino la idea acerca de su relación con la gente, con el ambiente. Que es lo que entenderemos ahora como cultura viva.
Siempre es un gozo juntarse en estos ambientes festivos que suavizan las interacciones. Como que uno se quita de encima prejuicios y límites para disfrutar de una noche y un día de cercanía y regocijo y maravilla, que lo celebrado es precisamente aquello de milagro y redención sobre un madero.
Que a nosotros nos supo a ponche, tamalitos y ccapo.
En este trip participaron: Jorge Bedregal, Verónica García, Enrique Durand, Reynaldo Bedoya y Angélica Mendoza.
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