sábado, 24 de noviembre de 2012

PHOTOTRIP: FERIA DEL ALTIPLANO

A los trippers nos gusta caminar calmos y comer. Eso no es un secreto para nadie. Tal vez por eso los sitios a los que más hemos vuelto -las “repes” de nuestros álbumes- sean cementerios y mercados. Ambos nos dan lo que nos gusta por montón. Es decir, paz y caminatas reflexivas. 

Y los ingredientes de nuestra siguiente comilona. 

Pero los mercados tienen una relación gutural, profunda, con la infancia de un par de generaciones de arequipeños. Y es que este, aun cambiado de lugar, era donde uno encontraba las cosas curiosas. En otro tiempo.

Cuando no había malls ni Avelino. Cuando los juguetes tecnológicos se compraban en el parque Duhamel -cuando Arequipa tenía menos de medio millón de habitantes. Cuando no sabíamos que los lápices chinos tenían plomo y el mejor regalo era una caja de lata de 48 colores. Era una época de inocencia y cosas bien simplonas, casi a medio hacer. Parece fuera de lugar, pero la visita por el Altiplano me trajo a la memoria esas viejas fotos de la torta en los cumpleaños infantiles de mi niñez.

Y tiene que ver, porque casi todo lo que salía en la foto, excepto niños y Coca Cola de litro, había sido comprado en la vieja Feria del Altiplano, la que estaba sobre la torrentera, al costado de la Gran Unidad. Esa de calles polvorientas y toldos de plástico, ahora convertida en ciudadela del comercio y mercado multicolor. 

Ya no encuentro colores chinos, y si cuadernos y ositos de gominola y frasquitos que curan casi todo eso de lo que te enfermas. Y encuentro un microcosmos con personajes iguales a los de otros mercados: la chica que se ríe de las fotos, la señora que se oculta, la que pregunta de donde venimos, que por qué tenemos cámaras. 

Porque nos gusta, porque nos mantiene vivos, porque es nuestra manera de hacer que ésta Feria del Altiplano viva para siempre.

Porque contamos historias.

En este trip participaron: Enriqeu Durand, Jorge Bedregal, Angélica Mendoza, Verónica García y Reynaldo Bedoya

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