Y cuando se juntan... ¡Achacau, a sobarse de los daños!
Ni culpa del río, ni culpa del agua, ni culpa de las lluvias, que hacen lo que deben hacer y por las que muchos -y me incluyo- hemos suspirado con nostalgia durante los años que no estuvieron más con nosotros.
Tantos que la gente menuda se encuentra con ella sin preparación alguna, cruzando avenidas encharcadas en balerinas o zapatillas de lona, sin paraguas y gritando como en fiesta de quince años. Y tantos también que muchos de los viejos arequipeños nos hemos ido olvidando de cómo se veían, como se sentían y lo que debíamos hacer con ellas.
Si caben culpas, son de los pobladores y las autoridades: unos por ignorar a la naturaleza y otros por permitirlo. Así que a ponérselas donde toque.
Sin embargo, la relación de la ciudad con el agua es fecunda, y la natural división de una banda y otra del río fue solucionada en la primera época de la ciudad: uno de los primeros gastos importantes de la urbe fue hacerse con un puente que uniera ambas orillas: el Viejo Puente, el Bolognesi.
El trip de hoy nos acerca a una arteria vital, el río de Arequipa, visto desde sus puentes en su crecida estival, como advertencia y como recuerdo. No olvidemos que al igual que las ciudades costeras, tenemos la bendición de una corriente de agua que ha hecho posible la existencia misma de la ciudad. Sin río no habría Valle del Chili. Cuando venga a tocarnos los puentes, como recordándonos su presencia, seamos gentiles, saquemos las botas de lluvia, y disfrutemos de la vida, renovándose.
En el trip estuvieron Dani, Dayi, Andy, Angie, Rofellos y Maltés, caminándose los puentes de Arequipa de parte a parte y divirtiéndose mucho en el trayecto... ¿No se lo creen? Busquen en nuestros muros de face las fotos que no publicamos en el album... ahi está la jarana...